Pechuga de pollo: los 5 errores que más cometemos con este alimento
Desde que la compramos hasta que la servimos, debemos ir con mucho cuidado
El pollo es uno de los productos cárnicos más consumidos del mundo. Y uno de los platos que más preparamos con él es la pechuga de pollo, que se puede hacer de distintas maneras.
Lo más común es hacerla a la plancha, ya que es más saludable que si se hace frita. Sin embargo, no es tan sencillo como parece. En el proceso que llevamos a cabo, desde que la compramos hasta que la servimos en la mesa, es probable que cometamos más de un error. Los más frecuentes los señalamos a continuación:
1. Descongelar mal
Antes de preparar la carne, sacamos el paquete del congelador y dejamos los filetes sobre un plato en la cocina durante horas. Primero se descongela la parte exterior y después la interior, un proceso frecuente que puede conllevar un problema: la intoxicación. Como ya hemos dicho, primero se descongela la parte exterior, por tanto, hasta que pase lo mismo con la interior, estará en contacto con la temperatura ambiente durante varias horas, y aquí es donde nace el problema, ya que las bacterias y microorganismos tóxicos, como la salmonela, se reproducen.
Para evitar una posible intoxicación, lo mejor es colocar la carne congelada en una bolsa de plástico con cierre hermético y sumergirla en agua fría. Ve cambiando el agua para que esté siempre fría. Un proceso más rápido y que previene de posibles intoxicaciones.
2. Lavar los filetes
Quizás te preguntes por qué no se puede meter directamente la carne en un envase con agua fría en lugar de tenerlos que meter en las bolsas de cierre hermético. Pues bien, debemos evitar a toda costa que la carne entre en contacto con el agua, es decir, no se puede lavar como hacemos con las frutas.
El motivo -señala la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) - radica en que se consigue todo lo contrario: "unas superbacterias resistentes a los antibióticos se esconden en el pollo y esperan su oportunidad para infectarte". Según la propia organización, lo que hacemos realmente al lavarla es aumentar la probabilidad de que las bacterias se extiendan por la cocina.
3. Darles muchas vueltas
Es cierto que nadie quiere comerse la carne al estilo Trump (demasiado hecha), pero no hace falta darle vueltas cada dos por tres. De esta manera, se interrumpe la caramelización y el flujo de jugos. Es difícil estarse quieto, sí, pero si nos reprimimos un poco, conseguiremos que la carne desarrolle esa maravillosa capa dorada que hace que esté tan buena. Para saber cuándo tienes que darle la vuelta, inserta una espátula por debajo, si el pollo está pegado es que no está listo.
Otro consejo. No aplastes la carne para que se haga más rápido y darle la vuelta antes, porque perderá sabor y, como cocinero, debes conseguir que la grasa se integre lo mejor posible con la carne.
4. Llenar de carne la sartén
Cuando se cocina el pollo, es importante dejarle espacio en la sartén para que "respire", es decir, que deje escapar el vapor y así no se moje y evite dorarse. En el caso que tengas que preparar una gran cantidad de carne, es preferible usar otra sartén, para que así el pollo tenga el espacio para cocinarlo adecuadamente.
5. Poner la carne antes de tiempo
La mayoría de los errores que solemos cometer (no solo en la cocina) es por no tener término medio. Por un lado, hay gente que pone la carne cuando la plancha aún no está suficientemente caliente para que se empiece a hacer, ya que si no te arriesgas a cocer la carne.
Por otra parte, es posible que sobrecalientes la plancha. Cuando eches la carne, por fuera parecerá que está al punto mientras que por dentro aún no estará del todo hecha. Un termómetro de carne nos puede ser muy útil para garantizar que el interior está a la temperatura óptima, y también para evitar obtener un filete muy seco, que es el mayor error que se puede cometer cuando tengamos que servir.