Nadar, pedalear y correr: ¿Qué tan lejos puede llegar el cuerpo humano?
Un nuevo estudio explora los factores que pueden llevar a los atletas de Ironman a ser finalistas. ¿Existe la fórmula científica para conquistar esta competencia? Las sorpresas detrás del cronómetro.
Hay días en que el cuerpo pide un café y otros en que pide correr 42 kilómetros. Y no, no para un maratón, sino para algo que eleva el nivel de locura a un estadio casi filosófico: el Ironman. Para quienes no conozcan, la prueba consiste en nadar 3,86 kilómetros, pedalear 180 y correr 42,2. Todo en un día, sin pausa, con cronómetro y, muchas veces, bajo un clima que podría hacer transpirar a una roca.
Un estudio, publicado en PLOS ONE, científicos de distintas partes del mundo, exploran qué factores determinan el éxito en esta hazaña titánica: ¿la edad, el clima, la geografía? Para ello, analizaron datos de cerca de 700 mil triatletas de 66 lugares diferentes, en competencias realizadas entre 2002 y 2022. La respuesta, como siempre, es complicada.
El clima: un villano disfrazado de aliado
Según los investigadores, las condiciones ideales para un Ironman soñado incluyen 27 grados de temperatura ambiental y 24 en el agua. Nada de frío, nada de calor extremo. Florianópolis, en Brasil, parece ser el paraíso terrenal del triatlón. Pero claro, no todo es tan fácil. Kona, en Hawái, es considerada la cuna de los Ironman, pero también un lugar implacable. La humedad y el calor son intensos, y el viento actúa como un enemigo que pone a prueba a los ciclistas. A pesar de todo, los mejores atletas del mundo se enfrentan a este desafío.
El estudio mostró que las condiciones climáticas extremas aumentan significativamente los tiempos de finalización. Sin embargo, los mejores atletas, en especial los hombres menores de 35 años, suelen tener una ventaja adaptativa en esos entornos. Pero incluso con buen clima, si hay pendientes o altitud elevada, el desafío escala rápidamente.
El mapa también juega
Correr un Ironman en Austria no es lo mismo que hacerlo en Alemania, y menos en Copenhague. Hay circuitos generosos, planos, que casi parecen querer ayudar. Otros, con pendientes traicioneras, obligan a aferrarse al manillar con fuerza y a morder el pavimento, en un esfuerzo casi desesperado. En esta línea, los datos identifican circuitos como los de Austria, Barcelona, Copenhague y Florianópolis como los más rápidos, ideales para quienes buscan clasificar al prestigioso campeonato mundial.
El país de origen también pesa: atletas de Alemania, Austria y Finlandia demostraron un rendimiento superior al promedio. La explicación es lógica: entrenar en condiciones similares a las de la carrera genera una ventaja competitiva. Mientras tanto, los estadounidenses lideran en número de participantes, pero no siempre en podios.
La edad, ¿solo un número?
El estudio también puso la lupa en el tiempo variable. La mejor edad para un Ironman parece ser entre los 30 y los 35 años. Este grupo logra consistentemente los tiempos más rápidos. Sin embargo, los de entre 40 y 45 años son quienes conforman el grupo más numeroso de participantes. Esto refleja la diversidad del triatlón: no se trata solo de velocidad, sino de resistencia, experiencia y determinación. Aunque no todo es edad. Factores como el entrenamiento, la nutrición y la experiencia previa son igual de determinantes.
La ciencia también indicó que la brecha de género sigue siendo un desafío: aunque las mujeres están cada vez más presentes, sus tiempos aún son, en promedio, más altos que los de los hombres. La explicación apunta a diferencias fisiológicas y a la participación histórica desigual.
¿Qué define el rendimiento?
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores utilizaron modelos de aprendizaje automático como el XGBoost Regression, que permitió identificar patrones en los tiempos de carrera. Con herramientas avanzadas, como los valores SHAP, analizaron el peso de cada variable: edad, país de origen, ubicación de la carrera, clima y hasta detalles del circuito. El resultado fue que, aunque se pueden identificar condiciones óptimas, la variabilidad en el rendimiento sigue siendo alta. Es decir, no hay fórmula mágica. Incluso en las mejores condiciones, factores como la estrategia de ritmo y la resistencia mental terminan decidiendo quién cruza la meta y cómo.
Con todo, hay una pregunta que resulta inevitable: ¿Por qué lo hacen? Algunos buscan gloria, otros demuestran que pueden. Pero, en el fondo, el Ironman es una rebeldía contra lo fácil. Es decirle al cuerpo y a la mente que sus límites son negociables. Que el esfuerzo vale. Y así, cada verano, más de 700 mil hombres y mujeres en todo el mundo se lanzan a este calvario voluntario. Algunos fracasaron, otros triunfaron. Pero todos, sin excepción, llevan la historia de haberlo intentado. Porque en el Ironman, como en la vida, la meta no siempre es el arco que se cruza al final, sino todo el camino recorrido para llegar hasta ahí.
Info: María Ximena Perez – Agencia de Noticias Científicas