Las personas con caras similares comparten mucho más que los rasgos: también ADN y algunos hábitos

26.08.2022

Investigadores del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras han descubierto que las personas con un rostro similar comparten gran parte del genoma

Ejemplos fotográficos utilizados en este estudio François Brunelle
Ejemplos fotográficos utilizados en este estudio François Brunelle

Es posible que algún familiar o amigo le haya comentado que ha conocido a un 'doble' suyo. O quizá el 'susto' ha sido mayor si ha sido usted mismo quien se ha encontrado con su 'gemelo' por la calle, reconociendo en él la nariz aguileña que comparte con su madre, los ojos achinados que heredados de su padre e incluso el hoyo de la barbilla que también tiene su abuelo. O quizá, por aquello de la teoría que dice que todos tenemos un doble en alguna parte del mundo, ha probado suerte con alguna aplicación o página de internet.

Pues debe saber que, si ha encontrado una 'copia' con su misma cara, esta persona compartirá mucho más que unos rasgos: posiblemente tenga mucho de su ADN -aunque vivan en continentes diferentes- e incluso comportamientos y hábitos, como el tabaquismo o el tipo de educación, serán similares.

Esta es la conclusión del estudio recién publicado en la revista 'Cell Press' y elaborado por un equipo del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC), dirigido por Manel Esteller, quien también es profesor de investigación ICREA y profesor de Genética en la Universidad de Barcelona. "En 2005 descubrimos que hermanos gemelos que tenían el mismo ADN (también llamados gemelos monocigóticos) presentaban diferencias epigenéticas (modificaciones químicas en la secuencia de ADN que regulan la expresión génica) que explicaban que no fueran perfectamente idénticos», explican los autores. «En este estudio hemos explorado la otra cara de la moneda: personas que tienen el mismo rostro, pero que no son parientes".

Los investigadores querían responder la vieja pregunta de si 'nacemos' o 'nos hacemos'; es decir, cuánto 'pesan' nuestros genes y cuánto la crianza en cómo acabamos siendo. Es por ello que los dobles sin relación familiar eran un enorme filón para arrojar luz sobre esta cuestión.

Un parecido asombroso

Los investigadores reclutaron a 32 parejas parecidas que habían sido fotografiadas como parte de una serie del artista canadiense François Brunelle, quien lleva años viajando por el mundo para encontrar estos 'gemelos' sin relación familiar alguna y cuya obra ha fomentado otros estudios científicos parecidos. Para comprobar que sus rasgos eran similares, el equipo utilizó tres programas de reconocimiento facial diferentes. Los resultados arrojaron un grado de semejanza muy alto: 25 de las 32 parejas (el 75%) fueron consideradas 'gemelas'. "Esto está muy cerca de la capacidad humana para reconocer gemelos idénticos", apunta Esteller. Sin embargo, solo entraron en el experimento 16 parejas que fueron reconocidas por los tres programas.

A estas 32 personas se les elaboró un perfil genético para detectar variaciones genéticas comunes. Y se miró más allá: se analizaron también sus perfiles epigenéticos (mecanismos que regulan cómo se manifiesta el ADN, pero sin cambiarlo) y su microbioma (el conjunto de bacterias y virus que habitan un determinado cuerpo humano). Así mismo, las parejas completaron un cuestionario biométrico -un corto examen para evaluar el nivel de riesgo de una persona de contraer ciertas enfermedades y condiciones médicas- y de estilo de vida -con preguntas como si fumaban o tomaban alcohol-.

Los resultados revelaron que los genes compartidos por las parejas correspondían a cinco categorías: por un lado, genes que se conoce que están asociados con la forma de los ojos, labios, boca, fosas nasales y otras partes de la cara; genes involucrados en la formación ósea, que pueden relacionarse con la forma del cráneo; genes involucrados en distintas texturas de la piel; genes relacionados con la retención de líquidos, que pueden dar diferentes volúmenes a nuestro cara; y, finalmente, a genes de función desconocida que, sin embargo, se relacionan con las propiedades del rostro.

Además, entre estos 16 pares, muchos tenían un peso y una altura similares, y el análisis de sus factores biométricos y de estilo de vida también mostró que había similitudes. De hecho, rasgos de comportamiento como el tabaquismo y el nivel de educación se correlacionaron entre los pares parecidos, lo que sugiere que la variación genética compartida se relaciona no solo con la apariencia física, sino que también puede influir en los hábitos y el comportamiento comunes.

Aplicaciones en biomedicina o ciencia forense

"Nuestros hallazgos proporcionan una base molecular para futuras aplicaciones en campos como la biomedicina, la evolución y la ciencia forense", explica Esteller. Por ejemplo, se podría utilizar en medicina forense para crear un sistema a partir del cual se reconstruyera el rostro de un delincuente (o de una víctima sin identificar) a partir de su ADN. "Y en medicina, podríamos deducir el genoma de una persona a partir del análisis facial y, por lo tanto, utilizarlo como una herramienta de preselección para detectar la presencia de mutaciones genéticas asociadas con enfermedades y aplicar estrategias preventivas en una etapa temprana", señala.

Aunque el estudio ha contado con una pequeña muestra, según los autores "tiene el poder estadístico correcto", por lo que esperan que no cambien los resultados aunque se amplíe el grupo. "Debido a que la población humana ahora es de 7.900 millones de personas, es cada vez más probable que ocurran estas repeticiones similares. El análisis de una cohorte más grande proporcionará más variantes genéticas compartidas por estos pares individuales especiales, y también podría ser útil para dilucidar la contribución de otras capas de datos biológicos en la determinación de nuestros rostro", concluye Esteller.

Info: Patricia Biosca