¿Por qué no puedo dejar de comer?
Es fácil difuminar o confundir la línea entre comer por salud y por placer. Un equívoco importante porque, cuando le quitamos a la comida su función de nutrición, pueden surgir problemas.
Alimentarnos es una necesidad básica para nuestra supervivencia; pero, sin duda, también es un placer. Cuando la línea divisoria entre el hambre físico y el hambre emocional se desdibuja, pueden surgir problemas. Si en ocasiones sientes que no puedes dejar de comer, aquí te explicamos por qué.
La alimentación es la forma en la que llenamos nuestro cuerpo de "combustible" para funcionar en el día a día. Idealmente esta alimentación debería aportarnos los nutrientes para mantener un buen estado físico y psíquico. Sin embargo, vivimos en una sociedad apresurada y desconectada, en la que las tentaciones culinarias poco saludables son muchas.
La causa de una mala alimentación puede encontrarse directamente en el plano psicológico. La mayor parte de las veces, cuando una persona come de más, no lo hace porque sienta un hambre física desmedida. Generalmente el problema se encuentra en una insana relación psicológica con la comida.
Excesiva restricción
Por todos es sabido que la sociedad impone unos estándares de belleza que, de forma más o menos clara, todos intentamos cumplir. Pero la cuestión no se limita únicamente al aspecto estético, muchas veces por motivos de salud deseamos bajar de peso.
Para lograrlo, ponemos en marcha diversos mecanismos de restricción alimentaria, saltándonos algunas comidas o dejando de comer grandes grupos de alimentos. Ante este cambio drástico e insostenible, nuestra mente se revela y nos empuja a ingerir alimentos de forma compulsiva tras un periodo de restricción. Y son precisamente las categorías de alimentos que nos hemos prohibido la que más deseamos asaltar sin control.
El problema radica en que, en algún punto, perdimos de vista la función real de la comida. Los alimentos no son enemigos, son necesarios para nuestro bienestar. Si padecemos un problema de sobrepeso, la solución nunca será condenar algunos grupos de alimentos ni imponernos un nivel de restricción que no podamos soportar. La única salida se encuentra en establecer una relación sana con la comida.
El proceso pasa inevitablemente por un cambio de creencias, en que comencemos a ver los alimentos como aliados para nuestra salud. En el que logremos comenzar a comer de una forma consciente y equilibrada. Y, por supuesto, en el que aceptemos que un proceso sano de pérdida de peso es gradual, no inmediato, y se basa en un cambio de hábitos a largo plazo en lugar de una dieta imposible y puntual.
Alimentación emocional
Este es otro de los grandes asuntos que suelen encontrarse en el origen de nuestra incapacidad para dejar de comer. Cuando comemos nuestro cerebro libera numerosos neurotransmisores que nos provocan sensaciones agradables. Es decir, comer va seguido de un elevado sentimiento de bienestar y una recompensa inmediata.
Debido a esto, muchas personas comienzan a utilizar la alimentación como una forma de regular sus emociones. Cuando nos enfrentamos a grados elevados de ansiedad o depresión, deberíamos poner en marcha recursos de afrontamiento sanos y adaptativos. Pero si, por la razón que sea, no hemos logrado adquirirlos o desarrollarlos, comer se convierte en un sustituto.
Cuando una persona come emocionalmente, su hambre no se origina en su estómago sino en su mente. La necesidad de comer surge de forma súbita e imperiosa. Deseamos ingerir ciertos tipos de alimentos poco saludables y comemos de forma automática, sin ser conscientes del tiempo ni la cantidad de alimentos.
En consecuencia, terminamos desagradablemente llenos y, al cabo de un corto periodo de tiempo, no sentimos culpables y avergonzados por nuestra conducta. Es por ello que muchas personas que comen de manera emocional tienden a hacerlo apartadas, de forma que nadie pueda verlas.
¿Cómo puedo dejar de comer?
Devuélvele a la comida la función que le pertenece. Trata de dejar de verla como un consuelo o como un enemigo. Te animamos a que establezcas una relación sana con los alimentos y a que los utilices simplemente para obtener los nutrientes que necesitas.
Aprende a diferenciar hambre físico de hambre emocional. Para ello es necesario que te conectes contigo mismo y tus propias sensaciones. Comienza a distinguir cuando sientes ganas de comer porque estás aburrido, agobiado o triste, y cuando lo haces porque verdaderamente sientes hambre.
Desarrolla mecanismos más saludables de regulación emocional. La meditación o las técnicas de relajación son opciones muy válidas para gestionar las emociones negativas. Finalmente, te animamos a que acudas a un profesional para que te oriente y te guíe en el proceso.
Info: Psicóloga Elena Sanz.